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Construyendo vínculos sanos

 

 

En busca de asumir una conducta en armonía con los otros, con el cosmos y con los procesos rítmicos de la naturaleza como nos enseña la sabiduría oriental y como Francisco de Asís, nos sentimos llamados a cuidar de la fragilidad de la gente y del mundo en que vivimos, por eso, para avanzar en la construcción de una comunidad en paz recurrimos a cuatro principios relacionados con tensiones bipolares propias de toda realidad social, principios que orientan específicamente el desarrollo de la convivencia y la construcción de una comunidad donde las diferencias se armonicen en un proyecto común.

 

EL TIEMPO ES SUPERIOR AL ESPACIO

Vivimos en tensión entre la coyuntura del momento y la luz del tiempo, del horizonte mayor, de la utopía que nos abre al futuro como causa final que atrae. Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Ayuda a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad. Uno de los obstáculos que a veces se advierten en la actividad social consiste en privilegiar los espacios de poder en lugar de los tiempos de los procesos. Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación. Es cristalizar los procesos y pretender detenerlos. Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. . El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno. Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en una comunidad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos. Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad. Más que por obtener resultados rápidos y efímeros, preocuparnos por construir comunidad, desarrollar y alcanzar una auténtica auténtica plenitud de la existencia humana de acuerdo con el carácter peculiar y las posibilidades del tiempo en que nos toca vivir.

 

LA UNIDAD PREVALECE SOBRE EL CONFLICTO

El conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Ha de ser asumido. Pero si quedamos atrapados en él, perdemos perspectivas, los horizontes se limitan y la realidad misma queda fragmentada.La manera adecuada de situarse ante el conflicto es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso.De este modo, se hace posible desarrollar una comunión en las diferencias, que sólo pueden facilitar esas grandes personas que se animan a ir más allá de la superficie conflictiva y miran a los demás en su dignidad más profunda. Por eso, este principio es indispensable para construir la amistad social. La solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierte así en un modo de hacer historia, en un ámbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida. No es apostar por un sincretismo ni por la absorción de uno en el otro, sino por la resolución en un plano superior que conserva en sí las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna.La diversidad es bella cuando acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación, hasta sellar una especie de pacto cultural que haga emerger una “diversidad reconciliada”.

 

LA REALIDAD ES MÁS IMPORTANTE QUE LA IDEA

Existe también una tensión bipolar entre la idea y la realidad. La realidad simplemente es, la idea se elabora. Entre las dos se debe instaurar un diálogo constante, evitando que la idea termine separándose de la realidad. Es peligroso vivir en el reino de la imagen o de la sola palabra. Este principio de la realidad es superior a la idea supone evitar diversas formas de ocultar la realidad: los purismos angélicos, los totalitarismos de lo relativo, los proyectos más formales que reales, los fundamentalismos ahistóricos, los intelectualismos sin sabiduría.La idea, las elaboraciones conceptuales, están en función de la captación, la comprensión y la conducción de la realidad. La idea desconectada de la realidad origina idealismos ineficaces, que a lo sumo clasifican o definen, pero no convocan. Lo que convoca es la realidad iluminada por el razonamiento. No poner en práctica, no llevar a la realidad la idea, es edificar sobre arena, permanecer en la pura idea no da fruto y esteriliza su dinamismo.

 

EL TODO ES SUPERIOR A LA PARTE

Entre la globalización y lo local también se produce una tensión. Hace falta prestar atención a lo global y a lo local. Las dos cosas unidas impiden caer en alguno de estos dos extremos: por un lado, vivir un universalismo abstracto, admirando los fuegos artificiales del mundo, que es de otros, por otro lado convertirnos en un museo folklórico de ermitaños localistas, incapaces de dejarnos interpelar por el diferente y valorar la belleza que Dios derrama fuera de nuestros límites. Siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos. Pero es necesario hundir las raíces en la tierra fértil y en la historia del propio lugar. Trabajar en lo cercano pero con una perspectiva más amplia. Una persona que conserva su peculiaridad personal y no esconde su identidad, cuando integra cordialmente una comunidad, no se anula sino que recibe siempre nuevos estímulos para su propio desarrollo.

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